24 settembre 2009

El caso de TRIPOD II y otros juegos de guerra del 11-S

de Pino Cabras - Megachip


Fueron numerosas las prácticas de dispositivos militares y de seguridad estadounidenses al amparo del 11 de septiembre de 2009, desarrolladas en cielo y tierra, en las bases militares y en la ciudad, en las sedes de los organismos de espionaje y de la seguridad, dentro y fuera de los rascacielos.

Entre estos estaba también la preparación del Tripod II, un simulacro de ataque terrorista organizado en vista del 12 de septiembre en la costa occidental de Manhattan.
Este simulacro ha implicado antes de esa fecha la instalación en un muelle del Río Hudson, el Pier 92, de un vasto centro de control y de comando configurado exactamente como la Office of Emergency Management (OEM), la que acabó destruída en el edificio 7 del World Trade Center.
La OEM había sido instituida en 1996, por el Alcalde de New York, Rudolph Giuliani, para organizar la respuesta de la ciudad a los acontecimientos catastróficos, incluidos eventuales atentados terroristas a gran escala.
En los cinco años que precedieron el 11/9 la OEM desarrolló regularmente prácticas que implicaban a todas las agencias: desde la protección civil, la FEMA, a los organismos de seguridad. Para cada una de las prácticas las instalaciones y los simulacros en sí, duraban en el complejo varias semanas. Fueron movilizados impresionantes medios, para escenarios muy realistas. Rudy Giuliani estuvo presente en muchas de esas prácticas militares que adiestraron la ciudad a escenografías de películas catastrofistas. Es el mismo Giuliani quien describe el realismo de estos gigantescos juegos de rol: “A menudo tomábamos fotografías de éstas prácticas y resultaban tan realistas que la gente que las veía llegaba a preguntar cuando se les mostraba las fotos si el evento se había verificado alguna vez” (del libro Leadership, pag. 355)
Entre los escenarios de pesadilla: atentados con el gas sarín en Manhattan, ataques a las bases con ántrax, camiones bomba.
El 11 de Mayo de 2001, exáctamente cuatro meses antes de los mega atentados de New York, hubo un simulacro de un ataque a la ciudad con la peste bubónica. El simulacro fue tan realista que uno de los participantes declaró que después de cinco minutos de estar inmersos en esa práctica todos habían olvidado que era un simulacro”.
Verdadera adrenalina, en el frenesí emotivo de quien lo está viviendo.
En estas prácticas no se escatiman los recursos. Las agencias, comenzando por la FEMA, permanecen en el campo antes y después del foco central de las prácticas. Todo es como si fuese verdadero, en medio de un centenar de personas, uniformadas y de civil, pertenecientes a distintos organismos, que estaban a la obra.
Los sujetos involucrados, comenzando por Giuliani, nos explican que el límite entre ficción y realidad resulta indistinguible, en términos de medios movilizados y de lo que se llega a percibir.
El escenario de aviones utilizados a propósito como misiles, no estaba contemplado oficialmente en los simulacros de la OEM. Pero más allá del hecho de que se elucubraron hipótesis de accidentes “no intencionales”, igualmente se desarrollaron prácticas que contemplaban intervenciones de socorro por consecuencias del impacto de aviones de línea en los rascacielos.
Una práctica, esta vez en teoría, se desarrolló apenas una semana antes del 11/9, con planes para la continuidad de las actividades desarrolladas en el distrito financiero del World Trade Center.
Cuando se manifestó en toda su horrenda grandiosidad, el escenario terrorista del 11/9, fue fácil para Rudolph Giuliani confiarse de las escenografías del otro atentado, que había sido preparado en el entretiempo, bajo el nombre de Tripod II, con base en el muelle citado anteriormente que se encuentra solo a 4 millas al noroeste del World Trade Center y en esa ocasión ya había sido predispuesto como un particular centro de atención en el cual las víctimas ficticias, serían puestas bajo primeros auxilios.
El mismo Giuliani lo ha recordado a la Comisión de investigación sobre el 11/9: “la razón por la cual fue elegido el Pier 92, fue porque para el día siguiente, 12 de septiembre, en el Pier 92 se debía desarrollar un simulacro. Allí se encontraron centenares de personas, del FEMA, del gobierno federal, del estado, de la State Emergency Management Office y todas se estaban preparando para un simulacro de un ataque bioquímico. Por lo tanto ese estaba por ser el lugar en el cual se pondría en marcha el desarrollo del simulacro. El equipamiento ya estaba allí, por lo cual logramos establecernos en un centro de comando en solo tres días, que resultaba ser dos veces y medio más grande que el centro de comando que perdimos en el edificio 7 del World Trade Center. Y fue de allí que el resto del trabajo de búsqueda y de socorro se completó.”
En otras ocasiones hemos hablado del testimonio de Kurt Sonenfeld, el hombre del FEMA que confirmó, también él, que su agencia ya estaba allí en actividad, antes de los atentados. Ábrete cielo. Los mitógrafos con el casco han intentado señalar con el habitual estigma de “conspiracioncitas”, la idea de la llegada anticipada del FEMA. Se encaramaron en las fechas, visto que el “drill” (prácticas militares), propio y verdadero debía comenzar el 12 de septiembre y no antes. Centenares de hombres, ya en el campo desde hacía días: para los mitógrafos evidéntemente no cuentan nada.
Por lo tanto consideran que una mega ejercitación como el Tripod II, pudiera materializarse de improviso, sin planificación, careciente de logística, sin la presencia de agentes de todo tipo, diseminados desde días anteriores, para desarrollar sus labores. Una hipótesis ridícula, enterrada por pruebas, declaraciones y testimonios.
Las prácticas durante el 11/9 fueron mucho más que una máquina puesta en marcha.
Obviamente la movilización específica del FEMA sobre el desastre ha tenido sus órdenes de servicio sucesivas.
El caso Tripod II se vuelve más significativo, cuanto más se nota que no era precísamente un caso aislado.
La concomitancia de muchos simulacros, con los verdaderos atentados, el 11/9 de 2001, en los Estados Unidos, como el 7 de julio de 2005 en el Reino Unido, no se puede relegar a la esfera de las meras coincidencias.
Habría por lo menos que profundizarla, lo cual las investigaciones oficiales han renunciado a hacer.
¿Cuántos saben que la mañana del 11 de septiembre una agencia de inteligencia de los Estados Unidos, la National Reconnaissance Office (NRO), había programado un simulacro durante el cual un avión perdido impactaba en uno de sus edificios? Esta agencia de inteligencia, que dirige el espionaje desde el espacio, depende del Departamento de Defensa y la mitad de su personal proviene de la CIA y la otra mitad de la Defensa. En correspondencia con los eventos, reales, se decidió interrumpir los simulacros y mandar a su casa a los tres mil empleados de la agencia. Ya que los locales del NRO fueron evacuados, el efecto más evidente fue el de obstaculizar el espionaje oficial cuando más necesidad había, en el momento en que se habría podido – y debido – controlar los eventos desde el espacio. ¿Entonces quién ha quedado frente a los monitores más importantes de la agencia, para ver las cosas bajo los potentes ojos de los satélites?
¿Y cuántos saben que una parte significativa de las figuras profesionales que habrían estado más capacitadas para responder en los atentados, se encontraban en adiestramiento en la otra punta del país? Es el caso del grupo mixto FBI/CIA de intervención antiterrorista, alejado del escenario de ese día, estando a miles de kilómetros de distancia, comprometido en una práctica de adiestramiento en Monterrey (California). “USA Today”, publicó el 11 de septiembre que “al final de la jornada, con el cierre de los aeropuertos en todo el país, el grupo de intervención no ha encontrado nunca el modo de regresar a Washington”. Con el resultado que al momento de los atentados, la principal agencia federal responsable de prevenir tales crímenes, fue decapitada. El adiestramiento del grupo no estaba solo presente en los papeles, porque también concentró en la costa californiana todos los helicópteros y vehículos y aeronaves ligeras, que tenían en dotación.
Muchos son los elementos que llevan a sostener que los mandantes de los atentados fueran muy conscientes de todos estos movimientos y que al menos algunos de ellos, fuesen parte integrante de estructuras encubiertas de los aparatos estatales.
La ventaja de una estrategia como esta resulta completamente incomprensible y plausible, si se desease dar inicio a una verdadera investigación sobre bases diferentes de las del pasado.
En primer lugar debemos considerar que militares, funcionarios gubernamentales o miembros de los servicios de inteligencia que tuviesen en mente acciones subversivas no podrían organizar atentados sin que les descubriesen. De ahí nace el motivo de una ejercitación que ofrece a los organizadores la cobertura idónea para poner en marcha la operación; les da la posibilidad de utilizar y de servirse de los funcionarios y de las estructuras gubernativas para realizarla y da una respuesta satisfactoria a cualquier pregunta que surgiese sobre anomalías o movimientos insólitos. Para que pueda funcionar, es claramente necesario que la escena del ejercicio, debe estar al lado del atentado proyectado.
En segundo lugar, si fuesen previstas en la fecha del atentado, las prácticas dan la posibilidad de distribuir legítimamente los hombres en el terreno, hombres vestidos con los uniformes de los servicios de seguridad o de primeros auxilios. Meter entre ellos aquellos que colocan las bombas o que coordinan los movimientos es relativamente fácil, sin que surjan sospechas.
En tercer lugar, el desarrollo de los ejercicios contemporáneamente con los verdaderos atentados desconcierta la respuesta a la altura de las circunstancias por parte de los servicios de seguridad o de auxilios leales debido a la confusión entre la realidad y la ficción. Las contradicciones y los descubrimientos de fragmentos individuales de los hechos no mellan el conjunto. Es más, ayudan a falsear y a volver incomprensible el mosaico. El 11 de septiembre –en un cierto momento por la mañana- decenas de aviones fueron señalados como secuestrados y circulaban voces de otros atentados. ¿Entonces a dónde había que enviar las patrullas? ¿Qué edificios había que proteger primero? Se puede imaginar el caos que todo esto ha podido suscitar en las salas de mando.
Las operaciones de esta naturaleza son modulares, miran a distintos objetivos copresentes al mismo tiempo e intercambiables, otros tantos caminos a disposición que lleven al mismo efecto y que se recorren simultáneamente hasta que el centro de coordinación, donde quiera que se encuentre, no elija una trama diferente entre las distintas tramas pre-concebidas que entretanto avanzan a la par.
Las personas encargadas de cumplir solo algunas partes de la operación obedecen –muchas veces en perfecta buena fe- a las órdenes de personalidades superiores a ellos que a su vez conocen solo un detalle, pero no toda la planificación ni sus objetivos.
Estoy describiendo mecanismos normálmente utilizados en acciones de los servicios secretos, que se exasperan cuando entran en acción “las manos largas y las operaciones de cobertura, hasta que se agiganta en ocasión de grandes operaciones terroristas usadas como base política para dramáticos vuelcos constitucionales y para las guerras.
La experiencia italiana de los delitos de gran impacto público –Mattei, Moro, varios casos de estrategia de la tensión, Borsellino- nos dice que detrás de ellos había decisiones de estrechos grupos de individuos. Detrás de cada uno de esos casos había potentados que actuaban en nombre de cálculos políticos y económicos precisos. En ciertas acciones se prepara simultáneamente la cobertura y el despiste, mientras personajes internos de la mafia o de grupos terroristas resultan ser segmentos de la acción muy útiles, muy expuestos. Varios episodios definidos mafiosos o terroristas tienen más bien otra matriz. Es un tipo de hipótesis investigativa que se adopta normálmente, a menudo con buenos resultados.
Se puede aplicar incluso en los hechos del 11/9.
Respecto a la complejidad de un escenario así, se invoca la llamada “cuchilla de Occam”. Occam era un filósofo medieval que decía en su latino “entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem”. Es decir “los elementos no hay que multiplicarlos más de lo necesario”. En términos del siglo XXI podemos traducirlo así: “con factores pares, la explicación más sencilla tiende a ser la más exacta”.
Bien, olvidaros de Occam cuando se habla de terrorismo. En el caso del 11/9 los elementos se han multiplicado y ¡cómo!, más allá de lo que el hombre de la calle o la redacción de cualquier periódico puedan pensar.


Link originario italiano: Megachip.
Link en castellano: Antimafiadosmil.com.
Lien en français: ReOpen911.info.

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